Joludi Blog

Ene 27
Noches Toledanas.
Me quedo atónito, o incluso atontado, que es casi lo mismo, mirando la torre de la catedral toledana, en medio de la madrugada, desde la entrada a la judería. La imaginación me hace ver en esa torre el enorme minarete sobre el que...

Noches Toledanas.

Me quedo atónito, o incluso atontado, que es casi lo mismo, mirando la torre de la catedral toledana, en medio de la madrugada, desde la entrada a la judería. La imaginación me hace ver en esa torre el enorme minarete sobre el que se construyó. Fue el primer paso de la catedral cristiana, esa obsesión pétrea de los obispos toledanos que ansiaban una sede colosal (¡56 metros de ancho!) para afianzar su condición de primados de las Españas frente a la rivalidad de Burgos o Compostela.

Intento atisbar allá arriba la “campana gorda”, con sus 7500 kilos de peso;  el monstruo de metal que instalaron apresuradamente la reina y el obispo recién llegados, tan pronto Alfonso VI abandonó, para seguir guerreando, la recién adquirida (pacíficamente) ciudad. Colocaron la campana en el minarete, ofensa suprema, contrariando mucho al rey, para conjurar “los malos influjos musulmanes” en la ciudad. Haciéndolo violaron por primera, pero no por última vez, los sagrados pactos de respeto y tolerancia que el rey Alfonso había firmado con las autoridades de Toledo. La revuelta pudo ser terrible. Pero no llegó la sangre al río precisamente por la prudencia de los líderes islámicos y mozárabes, y dentro de las limitaciones, la ciudad mantuvo desde entonces un cierto carácter multiconfesional y de convivencia que, exagerando un poco, le supuso el apelativo de Jerusalén ibérica.

Lo cierto es que Toledo comparte cosas con Jerusalén. Y pasear de noche por ambas ciudades, que a eso de las ocho se quedan de pronto sin las hordas diurnas de turistas, es una dicha similar e igualmente fascinante. Una simple noche en las callejas de Toledo es una experiencia perfecta y sencilla.

No acepto entonces que a las malas o agitadas noches las llamemos noches toledanas. 

Dicen que el origen de la expresión viene de la legendaria Jornada del Foso, cuando un emir de la ciudad decapitó de golpe y en una sola noche a centenares de nobles levantiscos (un tema muy común en la narrativa y fabulística musulmana, lo que lo hace poco plausible como hecho histórico real sucedido en Toledo). 

Lo cierto es que la expresión hizo fortuna. Y ya la encontramos en Mateo Alemán que se hace eco de ella en su Guzmán, pero aplicándola, quizá por vez primera, no a una noche sangrienta, sino a una velada de enredos y amoríos con final cómico y desastroso para el protagonista, siempre en la ciudad del Tajo. Luego Lope escribe, con parecido argumento y sin duda teniendo presente la jocosa escena del Guzmán, su célebre comedia titulada tal cual, “La Noche Toledana”. 

El resultado sumado es que la expresión es usada tanto para referirse a las noches amargas de insomnio en soledad como a las noches de enredo amoroso, generalmente con final accidentado. Pero mi noche en Toledo, este fin de semana, no pertenece a ninguna de esas dos categorías. Fue simplemente una noche de emoción monumental, como todas las que ofrece Toledo, la fascinante ciudad quebrantapiernas, la ciudad aérea de frailes, rabinos y escribanos, el molar gigante, la villa empedrada de mazapán y prehistoria, el pasmo de gradas y pasajes, el retortijón urbano…


  1. joludi ha publicado esto