Joludi Blog

Feb 10
Prozac y estrellas.
La estadísticas sobre la depresión en el mundo son alarmantes. El porcentaje de personas deprimidas no deja de crecer, incluso en regiones en las que históricamente la depresión era algo desconocido, como el Caribe o el Norte de...

Prozac y estrellas.

La estadísticas sobre la depresión en el mundo son alarmantes. El porcentaje de personas deprimidas no deja de crecer, incluso en regiones en las que históricamente la depresión era algo desconocido, como el Caribe o el Norte de Africa, que encabezan ahora el negro ranking de la melancolía. La cuestión es saber la responsabilidad que tienen en este crecimiento las grandes compañías farmacéuticas, que influyen, lo queramos o no, sobre los médicos para aumentar, de forma más o menos artificial, el diagnóstico y el consiguiente tratamiento de las depresiones, cuyas medicinas encabezan las listas de superventas farmacéuticas. Es bien sabido, por ejemplo, que en Japón nadie sabía lo que era la depresión, hasta que las big pharma tomaron medidas y enviaron allá a sus equipos de marketing que, presentación tras presentación, congreso tras congreso, iterum atque iterum, consiguieron en menos de una década que los nipones comenzasen a deprimirse como todo hijo de vecino y, por supuesto, a tratarse oportunamente (si bien Japón sigue resistiéndose y muestra aún las mejores tasas del planeta en términos de penetración de la depresión). 

Este fenómeno, en cierto modo, ya lo anticipó genialmente Machado de Assis en su obra maestra, la hilarante El Alienista. Allí nos encontramos con un médico de provincias, Simón Bacamarte, empeñado en descubrir las claves de la locura. Poco a poco, llevado de sus estrambóticas investigaciones y un grotesco afán de gloria científica, acaba encerrando en su manicomio privado a cuatro quintos de la población de su ciudad. Al llegar a este punto, comprende que algo ha debido ir mal. Y toma la decisión inversa. Libera a los encerrados y encierra a los que están libres. Pero eso tampoco acaba de convencerle. Finalmente llega a la terrible conclusión de que el verdadero loco es él. Libera a todo el mundo y se encierra a sí mismo.

La depresión es un hecho terrible e indudable. Quien lo probó, lo sabe. Pero sobre esta terrible realidad levantan imprudentemente su imperio las grandes farmacéuticas. La manga ancha en el diagnóstico, que dichas farmacéuticas saben promover a la perfección, y que podríamos denominar Efecto Bacamarte en homenaje a Machado de Assis, es una más y no la más pequeña, entre las causas de que las estadísticas sean tan escalofriantes.

Hermann Goldschmit, un pintor alemán del siglo XIX, que vivía en la bohemia parisina, se deprimió profundamente. Decidió entonces dedicarse a la astronomía para combatir esa melancolía que parecía no curarse. Y descubrió catorce asteroides, supongo que con alborozo…

Por entonces no había Prozac. Pero había estrellas.


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