Joludi Blog

Feb 19
Coma.
Vivimos el triunfo de la escritura, quien lo iba a decir. Esto lo ha estudiado con detalle y brillantez Maurizio Ferraris, por ejemplo. Hemos renunciado a la palabra y hemos optado por el email, por el whatsapp, por el post…Pero la consecuencia...

Coma.

Vivimos el triunfo de la escritura, quien lo iba a decir. Esto lo ha estudiado con detalle y brillantez Maurizio Ferraris, por ejemplo. Hemos renunciado a la palabra y hemos optado por el email, por el whatsapp, por el post…Pero la consecuencia es que la escritura se degrada cada vez más. Un ejemplo es el uso de los signos de puntuación, y en particular de la coma, que va disminuyendo fatalmente en los nuevos medios. Incluso hay quien propone que la proscribamos de forma definitiva en Internet, como si fuese un ornamento viejo e inútil. Pero en realidad la coma ya estaba en retroceso desde hace siglos. Fíjate en el slogan español por antonomasia, ese grito de guerra, “¡Santiago y cierra España!”. Le faltan dos comas. Tal como lo conocemos es incomprensible (hasta Sancho Panza se extraña mucho de la frasecita y le pregunta al Quijote si acaso está la patria por ventura abierta de modo que sea menester cerrarla o qué ceremonia es esa). El slogan contra el musulmán debería ser “¡Santiago!, y cierra, España”. Es decir, “Santiago” como vocativo, que exige coma, y cierra como imperativo, que también nos pide igual signo de puntuación. Porque “cerrar” significa en castellano antiguo luchar, dar combate al enemigo, tal como recogen las primeras ediciones del Diccionario de la Real Academia. Es fácil de comprender, porque en las batallas de la Antigüedad, atacar era sinónimo de agruparse, de cerrar filas contra el adversario; si el general mandaba a sus tropas cerrar, estaba pidiendo que se agrupasen para dar combate al ejército rival. En fin, que yo me voy a cerrar contra ese proyecto de acabar con las comas. Porque yo no se escribir sin incluir un período dentro de otro período dentro de otro período. A pesar de lo mucho que insistían en mi colegio en que escribiese con frases cortas, pocos adjetivos y muchos puntos seguidos, al estilo frugal y anémico de Azorín.


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