Joludi Blog

Feb 23
Pâcencia.
Entro en una pequeña librería de Miranda do Douro para comprar un diccionario de mirandés, esa otra lengua oficial y extremadamente minoritaria de la nación vecina, que ocupa un lugar intermedio entre el castellano y el portugués.
Me...

Pâcencia.

Entro en una pequeña librería de Miranda do Douro para comprar un diccionario de mirandés, esa otra lengua oficial y extremadamente minoritaria de la nación vecina, que ocupa un lugar intermedio entre el castellano y el portugués. 

Me fascina esta forma de hablar mirandesa porque seguramente no es algo muy distinto del lenguaje de los juglares medievales que recorrían los caminos de León, Asturias y Galicia. Ojala subsista este maravilloso fósil lingüístico vivo. En mirandés, flaco es fraco, y no magro, el fraile es fraire y no freire, cambiar es cambiar y no mudar, la persona es pessona y no pessoa…y así sucesivamente. Hasta llaman filhos a las deliciosas filloas, prácticamente como hacía mi abuela asturiana…

Antes de salir le pregunto a la librera que cómo van las cosas. Dice que “muito mal” (sic) y comienza a echar pestes de los políticos, como es lógico y natural. Trato de darle ánimos. Y me dice que hay que tener “pacência”. Me despido con tanto cariño como puedo y lo hago pensando en esa palabra, “pacência”, que en la forma mirandesa refleja mejor su verdadero uso antiguo, donde primaba mucho más la idea de padecimiento callado, de ciego conformismo y de aceptación del abuso, que la de simple y templada espera de circunstancias mejores. Esa pacência, que me suena a pacer, se me antoja la paciencia de quien se siente resignado a formar parte del rebaño (la triste palabra que sintetiza toda una forma de ver la vida y aceptarla). La pacência que según docta doctrina de Tertuliano es virtud divina “que ni siquiera permite tratar mal a quienes lo merecen…” 


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