Joludi Blog

Feb 27
Mmmm…
Al hilo de unos comentarios un tanto escabrosos que escuchamos a los dos tipos que viajan delante de nosotros en el Ave y que parecen haberse fijado demasiado en la exuberante anatomía de la azafata que les acaba de servir un café, me permito...

Mmmm…

Al hilo de unos comentarios un tanto escabrosos que escuchamos a los dos tipos que viajan delante de nosotros en el Ave y que parecen haberse fijado demasiado en la exuberante anatomía de la azafata que les acaba de servir un café, me permito comentarle a Fernando algo sobre el hecho de que en las lenguas indoeuropeas, el amor y el placer sexual se denotan casi siempre con palabras en las que priman las consonantes L o M, que son las que remiten precisamente a las glándulas mamarias femeninas.

Decimos amor, amour, amore…O bien love, liebe, libare, libitum…Y esto podría tener un origen claramete onomatopéyico. Tal vez, estas dos consonantes nos conducen al niño que lame o mama del pezón de su madre. Ese gesto infantil de adelantar los labios (mmm) y movilizar la lengua (aaal) para sorber la leche materna bien puede ser el verdadero punto de partida remoto de todo el erotismo adulto, confirmando así aquella intuición genial de Freud en el sentido de que en esencia, la satisfacción erógena está profundamente asociada al hambre. El lenguaje usual parece confirmarlo en muchos sentidos: “te comería”, “qué buena estás, “es un bollito”…y cosas así.

Y, ni qué decir tiene, que viene a confirmar la intuición freudiana esa misteriosa liturgia del beso de amor, en el que parecen converger con precisión geométrica lo erótico y lo alimenticio, dando forma a un rito casi universal que confirma todo lo que la arqueología del lenguaje sugiere.


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