Joludi Blog

Mar 30
Estética.
No he podido ver todavía la exposición de Toledo para celebrar el aniversario del Greco, ese genio que se atrevía a pintar su propio interior en cada obra. En parte es porque no he tenido tiempo. Y en parte es porque me estomaga la chusca...

Estética.

No he podido ver todavía la exposición de Toledo para celebrar el aniversario del Greco, ese genio que se atrevía a pintar su propio interior en cada obra. En parte es porque no he tenido tiempo. Y en parte es porque me estomaga la chusca apropiación más o menos política que se está haciendo del cretense. El “alma de Castilla La Mancha”, dice la propaganda de la exposición, “El Greco de Toledo”, se titula la misma. Qué disparate. Al Greco lo quisieron hacer durante todo el siglo XX la quintaesencia de la España eterna, imperial, espiritual y mística, siendo así que, además de genio absoluto de la pintura,  este hombre era un arribista nato venido de Creta, Venecia y Roma, un tipo más bien pesetero e intrigante, negociante feroz y pequeño empresario devoto de coleccionar ducados, tipo de veleidades judaizantes, amancebado sin pudor con una bella toledana y tan poco amigo de su tierra de acogida que no se molestó jamás en firmar sus cuadros con caracteres latinos y nunca dejó de autodenominarse “kres”, esto es, el de Creta.

El caso es que la recreación falsa del Greco como expresión pictórica del misticismo y la espiritualidad hispánica todavía tiene un pase, porque se la debemos entre otros a figuras respetabilísimas, desde Cossío a Marañón. Pero la mixtificación de ahora, paleta e ignorante, se la debemos a una tal Cospedal, que nos presenta, suprema boutade, al gran Domenico como una quintaesencia de la cosa autónoma que parece presidir.  Pese a todo, intentaré ir a la exposición, claro. Y compraré el esplendoroso catálogo, editado por quien más sabe del Greco, el admirable Fernando Marías.

De todos modos, yo tengo muy cerca de mi casa el más fascinante de los lienzos del hijo de la madre de Dios (Theo-toko-poulos, el brote de la que lleva en su vientre a Dios…). Obviamente me refiero al Martirio de San Mauricio y la Legión Tebana, ese extraño capricho de Felipe II, que dio verdadero sentido a la venida a España del pintor y que demostró hasta qué punto Domenico quería y sabía pintar lo que le daba a él la gana y no lo que se esperaba que él pintase. Y no solo eso. Lo que hizo el Greco en ese cuadro fue anticiparse tres siglos al nacimiento del cine, si se me permite la hipérbole. A nadie se le había ocurrido hasta entonces “montar” en un cuadro, una secuencia temporal, con los mismos personajes en diferentes coordenadas de tiempo. El Greco lo hizo, y nadie le entendió. Pero cuatrocientos años después, los que entienden de cine saben que ahí está el embrión del séptimo arte (Eisenstein se refería siempre al Greco como “maestro del montaje”, según nos recordaba Godard). Es extraño que esa obra maestra anticipadora no figure en la magna exposición toledana. Pero yo me alegro, porque la tengo a diez minutos de mi casa. Y puedo ir a verla cuando me de la gana. Por ejemplo, en esta misma lluviosa mañana de domingo en la que ni yo me siento con ganas de montar en bicicleta. 


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