La aversión a la injusticia distributiva aparece en los niños de 5 años, que se indignan si sus hermanos reciben más caramelos que ellos. Recientemente se ha demostrado que los chimpancés y los bonobos son también totalmente sensibles a la injusticia distributiva. Ahora, en Austria, acaban de demostrar que los perros también son igualmente sensibles a esa misma injusticia distributiva. Cuando un perro es recompensado aisladamente, el otro duda antes de dar la patita, a no ser que la desigualdad se corrija. Como el Génesis sugiere, la justicia y la injusticia distributiva es la madre de todo. La vida humana, desde las relaciones fraternas hasta la organización empresarial y social, es un asunto de pura justicia o injusticia distributiva. La historia de la Humanidad y la historia del Individuo resulta ser tan solo un complejo juego de deudas, cancelaciones y transferencias. Lo que nos hace felices no es lo que tenemos, sino lo que tenemos en relación con lo que tienen los otros. Así estamos hechos los humanos. Y a lo que parece, también los animales.