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Mayo 6
Lúgubre
¿En qué sentido decimos que la economía es la ciencia lúgubre? Se puede poner un ejemplo, sencillo. Bergamín, tal vez no muy en serio, hablaba del suicidio y decía que a los 60 años el suicidio es una cosa que se puede considerar, a los 70 es...

Lúgubre

¿En qué sentido decimos que la economía es la ciencia lúgubre? Se puede poner un ejemplo, sencillo. Bergamín, tal vez no muy en serio, hablaba del suicidio y decía que a los 60 años el suicidio es una cosa que se puede considerar, a los 70 es conveniente y a los 80 es indispensable. Bien. 

Eso es Literatura

O Filosofía. Y está en la línea de lo que David Hume, Schopenhauer o Cioran pensaban o decían pensar respecto al verdadero valor de la existencia cuando ya deja de tener valor real. El primero sostenía que cuando los terrores de la vida sobrepasan los terrores de la muerte, un hombre debería poner fin a sus días. El segundo decía que el suicidio podría ser algo coherente con nuestros intereses y deberes hacia nosotros mismos, siempre que la vejez, la enfermedad o la mala fortuna, conviertan la vida en una pesada carga y la hagan peor que la aniquilación. En cuanto a Cioran, el muy ladino, para justificar su incoherencia existencial, decía que el poder acariciar la idea del suicidio a lo largo de su vida, era precisamente lo que le había alejado del suicidio mismo. O algo así. Y yo repito: todo esto es literatura o filosofía.

Pero en torno al mismo asunto, se crea o no, Gary Becker, el premio Nobel de economía de 1992 y uno de los profetas del neoliberalismo económico a ultranza que está por cierto llevando al mundo a la aniquilación económica de la mayoría, va y tiene la ocurrencia de elaborar todo un modelo matemático, lleno de complejas fórmulas y curvas de utilidad propias de la microeconomía, para intentar cuantificar el significado y alcance económico del suicidio

Eso es Economía

Hace unos días este lúgubre gurú de la nefasta Escuela de Chicago ha muerto. De causa natural, creo. En los obituarios se habrá dicho que fue el brillante economista que intentó aplicar rigurosos y racionales modelos económicos al comportamiento humano. Hoy sabemos que con ello se equivocó por completo. Fue un esfuerzo intelectual que, como en el caso de su famoso modelo matemático sobre el suicidio, apenas nos dice nada más que lo que ya sabemos o intuimos, aunque, eso sí, formalizado en ecuaciones imponentes.

Se ha demostrado que era mucho más apropiado lo que intentó un psicólogo excepcional como Kahneman una década después, ganando también el Nobel y con mucho mejor derecho: a saber, intentar entender los comportamientos económicos precisamente a partir los caóticos e irracionales mecanismos de la mente humana. Eso tiene mucho más sentido. Y es mucho menos lúgubre. Aunque muy difícil, la verdad.


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