Joludi Blog

Jul 23
Por lo mismo.
Cuenta Cicerón, en De Republica, una anécdota referida a Alejandro Magno, que casi medio milenio después será citada por San Agustín, buen lector de Marco Tulio. Es la historia de un pirata particularmente feroz, un criminal que hacía...

Por lo mismo.

Cuenta Cicerón, en De Republica, una anécdota referida a Alejandro Magno, que casi medio milenio después será citada por San Agustín, buen lector de Marco Tulio. Es la historia de un pirata particularmente feroz, un criminal que hacía cundir el pánico entre los que cruzaban el mar, y al que llevaron ante el caudillo macedonio. Este, preguntó al sujeto por qué aterrorizaba los mares con su barco pirata. “Por lo mismo que usted aterroriza el mundo entero, contestó el pirata con acritud”.

No sabemos si después de la contundente réplica, el pirata osó también añadir a su respuesta algunas de las muchas masacres que su interlocutor, al que llamamos por convenio el Grande, había perpetrado. Pudo por ejemplo haber citado el asesinato masivo de la población del Punjab por las huestes de Alejandro. O la destrucción completa del gran Palacio Real de Persépolis, con todos sus habitantes en el interior, en medio de una atroz borrachera de alcohol y sangre, de esas a las que tanta afición tenía el Grande. O, por supuesto, el terrible sitio de Gaza en el 332 a.c, al que siguió la matanza total de la población masculina por parte de las tropas griegas y  la venta de todas las mujeres y niños gazatíes como esclavos.

Me ha venido varias veces a la cabeza esta vieja anécdota que sitúa en plano de igualdad al vulgar pirata y al gran general. Tal vez porque vivimos tiempos en los parece haberse difuminado por completo la ya muy delgada línea que se diría separaba, al menos nominalmente, el puro terror, la barbarie, y el crimen masivo, de lo que podría ser la acción legítima de un Estado de Derecho.


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