Joludi Blog

Sep 9
Héroes y mitos.
El domingo pasado tuve ocasión de seguir, por tierra y aire, a los participantes de la Vuelta, en su agónica odisea desde Oviedo hasta los Lagos de Covadonga. Me asombró ver la carretera permanentemente abarrotada de espectadores, a...

Héroes y mitos.

El domingo pasado tuve ocasión de seguir, por tierra y aire, a los participantes de la Vuelta, en su agónica odisea desde Oviedo hasta los Lagos de Covadonga. Me asombró ver la carretera permanentemente abarrotada de espectadores, a lo largo de centenares de kilómetros… Eso me hizo reflexionar. Porque ver a unos ciclistas pasar a gran velocidad no es algo parecido a contemplar un partido de cualquier otro deporte, con sus diferentes y más o menos interesantes lances. Mirar el pedaleo de unos ciclistas no parece tener un interés lúdico intrínseco.

La única explicación es que la gente se arremolina ansiosa en esas cunetas de la carretera tan solo para contemplar y jalear de cerca, en la morada natural de la divinidad, que es lógicamente la montaña, a los últimos héroes de un tiempo ya nada heroico. No es un espectáculo deportivo, por tanto. Es algo más bien religioso.

Ver la Vuelta, ya sea en la TV o en la carretera, es más bien un ritual, una liturgia. O hasta una terapia. Es una afirmación de la necesidad que tenemos de mitos y de héroes. Héroes mitológicos vivos como esos ciclistas, seres prometeicos, que tienen casi todos, yo lo vi de cerca, el biotipo clásico del héroe popular; mirada de sufrimiento contenido, rostro anguloso, ojos como cavernas, piel curtida, barba de campesino, delgadez extrema…Parecen todos de la misma familia. Miembros de una raza especial que al parecer la gente sencilla ama y añora.

No es casualidad que el ciclismo como espectáculo naciese en Francia a finales del siglo XIX, en el contexto del espíritu “revanchard” frente a los victoriosos alemanes. Se trataba de reconstruir al héroe galo en el imaginario colectivo de los franceses, demolido tras la humillante derrota frente a los robustos teutones. La propia idea del Tour de Francia surgió poco después como consecuencia de un afán francés de afirmación nacional o nacionalista, tal vez tratando de afirmar a golpe de pedal, el límite territorial y moral que la derrota en la guerra francoprusiana había definido.

Un Tour, un Giro o una Vuelta siempre ha sido mucho más que un simple espectáculo deportivo. Se trata de cosas míticas.


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