No falla. Siempre que encuentro a un viejo amigo, de esos que no veo desde hace muchos años, tentado estoy a decir: -Dios mío ¿quién te ha hecho eso? -Santo cielo ¿qué te ha pasado? Debe ser algo recíproco. Lo mismo pensará él. Por eso no me creo nada cuando oigo: -oye, estás como siempre, es que no has cambiado…