Es verdad que escribo de muchas cosas, pero quien me sigue sabe que hablo mucho de Berlusconi y de religión. No se explicar por qué me interesa tanto il Caimano. Es de una vulgaridad suprema. Pero sí se explicar por qué soy constante en mis referencias a la religión. Me acojo a una idea de Pessoa: hay solo dos tipos de estado de ánimo en los que vale la pena vivir la vida; el noble júbilo de tener una religión o el noble pesar de haber perdido una.