El ojo del cocodrilo.
“Alejandro Magno no solía entrar en batalla sin consultar a los videntes. Pero eso cambió cierto día.
Era la vispera de un choque decisivo. El caudillo macedonio acudió a una famosa pitonisa y le exigió que se pronunciase con claridad sobre quien vencería. La pitonisa protestó. No quería “pillarse los dedos”. Una pregunta tan directa no era fácil de responder sin ambigüedades. Y las ambigüedades no le gustaban a Alejandro.
Alejandro insistía. Y amenazaba a la vidente. Pero esta era astuta. Así que accedió a hacer su pronóstico. Pero antes le indicó a Alejandro que su predicción requería un pequeño compromiso por su parte.
–Cuál es la condición–preguntó Alejandro.
–Debes tener presente en tu mente el ojo de un cocodrilo hasta que venzas a tu enemigo–explicó la pitonisa.
–Bien. Eso es fácil–replicó el gran hombre. Lo acepto.
–Debes concentrarte en el ojo derecho del cocodrilo–insiste la vidente.
–Te repito que puedo hacerlo. Tanto como sea preciso.
–Pero sobre todo–añadió la pitonisa–no pienses en el ojo izquierdo del cocodrilo. Ni por un instante. Si lo haces, sobrevendrá una gran desgracia…Puedes pensar tanto como desees en el ojo derecho, pero jamás en el izquierdo…
Y así fue como Alejandro, tras reflexionar unos instantes, renunció al pronóstico.
Se diría que uno puede llegar a dominar el mundo. Pero no puede aspirar a someter sus pensamientos siquiera unos instantes.”
