Fish and Chips
Pues parece que ahora es el Brexit, en su versión más pura y dura, lo que va a poner en riesgo la economía mundial. Es que siempre tiene que haber algo, como decía mi abuela.
Pero era inevitable.
Sostengo que el Brexit es la expresión a escala de país, del genuino clasismo británico.
Porque Inglaterra es el país más clasista del mundo (competía en esto con la India, y por eso la ocuparon).
¿Cómo habría de sentirse a gusto Inglaterra en la misma clase que los demás países europeos?
Sí. Inglaterra es el país clasista por excelencia.
Ni siquiera se consintió allí que la burguesía fuese la que descabezase a los reyes. Decidió hacerlo por sí misma la aristocracia, a diferencia de lo que sucedió más tarde en el continente.
La lucha de clases, propiamente dicha, solo pudo emerger en la Inglaterra de aquellas minas excavadas por manos infantiles, y de los salarios de subsistencia para las sombrías masas proletarias.
Y solo pudo nacer en la Inglaterra de los clubs, del cricket y de los colleges, la sesuda teorización del clasismo, a manos de aquel barbudo teutón que, sentado en los sillones de la Reading Room del Museo Británico, escribía densas páginas de la nueva economía política, mientras soportaba el dolor de sus hemorroides crónicas, que el capitalismo habría de recordar por siempre, según él mismo auguró.
Los ingleses son tan clasistas que hasta han conseguido diversificar su idioma en decenas de acentos diferentes, para que resulte más sencillo identificar al instante la clase social a la que pertenece cada hablante.
A mí me parece muy bien que la Inglaterra clasista se separe del Continente. Seguramente será mejor para ambas partes. Nos va a convenir mucho dejar a los ingleses a su mefítico aire, y animarles a que sigan dando culto a su dichosa tradición, que no es sino la estupidez que se abre camino y consigue aceptación generalizada, y que está quintaesenciada en la cómica veneración de la institución monárquica.
Y con el Brexit, se evitará el drama que venía ocuriendo últimamente, con la nouvelle cuisine francesa abriéndose camino en la isla (hay más de 70 funestas estrellas Michelin en la City), en fatal detrimento de los sencillos fish and chips de los pubs, ese monumento gastronómico tan injustamente preterido o incluso denostado, que le da mil vueltas a la cocina molecular o tecnoemocional y al que yo me entrego devoto cada vez que cruzo el Canal. Para consolarme de todo lo demás.
