Joludi Blog

Abr 14
La Mirada hacia el Otro.
El llamado “miedo al último puesto“, escribí ayer, explica muchos comportamientos sociales paradójicos.
En realidad, ese miedo es solo una expresión de algo mucho más trascendental. Algo que parece estar inscrito muy...

La Mirada hacia el Otro.

El llamado “miedo al último puesto“, escribí ayer, explica muchos comportamientos sociales paradójicos. 

En realidad, ese miedo es solo una expresión de algo mucho más trascendental. Algo que parece estar inscrito muy profundamente en el ser humano. 

Se trata en esencia de la primacía de nuestra obsesión por no sufrir daños comparativos, por no quedarnos atrás respecto a lo que recibe el prójimo. 

De esta obsesión trata una fascinante investigación del Centro para la Economía y las Neurociencias de la Universidad de Bonn. Allí han estudiado, con instrumentos de neuroimagen, parejas de sujetos expuestos a las mismas opciones, pero con diferentes recompensas económicas para esas mismas opciones. Y han descubierto, analizando lo que ocurre en el striatum ventral (la zona cerebral que parece relacionada con las “recompensas”), que lo que realmente “motiva” o "desmotiva” a los individuos no es lo que ellos reciben como premio, sino el diferencial entre lo que ellos reciben y lo que por lo mismo reciben los demás. 

Este extraño fenómeno de aversión a la “injusticia” distributiva (que también se había detectado recientemente en el comportamiento de los chimpancés o los perros) deja sin fundamento una buena parte de la teoría económica conocida, pero también explica, mejor que ningún otro modelo, la gran Historia de nuestra especie y las pequeñas historias, con minúsculas, de los individuos que la componemos. Desde cualquiera de los conflictos bélicos que han asolado la Tierra hasta la presión de los electores alemanes sobre sus gobernantes para hacer tabla rasa de todo privilegio económico en los países “del perezoso sur”. Pasando, claro está, por ese universo insondable de pequeños o grandes dramas familiares.

Estaríamos ante el reverso “tenebroso” del milagro de sociabilidad y cooperación de la especie humana. El fenómeno del Hombre sería por un lado, en la parte positiva, el resultado de nuestra prodigiosa capacidad para colaborar y formar estructuras sociales. Pero en la parte negativa, tendríamos también esta profunda obsesión morbosa por el bien del otro, esta envidia destructiva hacia el semejante tan profundamente inscrita en el alma.

Seríamos seres con la mirada volcada hacia el otro, para bien y para mal.

No es ninguna casualidad entonces, que la primera de las tragedias bíblicas sea justamente una tragedia de cainismo. Ese primer drama fraternal del Génesis, ese esquema terrible que encontramos en Seth y Osiris, en Jacob y Esaú, en Eteocles y Polyneices, en Romulo y Remo…es el perfecto ejemplo de este reverso tenebroso de nuestra habilidad social. 

Cuánta sabiduría profunda, dolorosamente profunda, está escondida en las páginas de ese viejo libro, tan lleno de horror, furia y realidad. Sus autores intuyeron cosas que solo ahora podemos validar. Y ellos lo hicieron sin scanners.