Joludi Blog

Dic 15
El cromagnon empinaba el codo.
Ayer me tocó la segunda comida de empresa de la temporada navideña. Como de costumbre, tuve que pasar por el rito iniciático de los diferentes brindis con cava y los discursos. Los discursos no los llevo mal. Hasta me...

El cromagnon empinaba el codo.

Ayer me tocó la segunda comida de empresa de la temporada navideña. Como de costumbre, tuve que pasar por el rito iniciático de los diferentes brindis con cava y los discursos. Los discursos no los llevo mal. Hasta me gustan, porque me parece un desafío intentar retener la vaporosa atención de los comensales, ya bien comidos y bebidos, durante unos instantes. Pero lo del cava me sienta fatal. Como casi todos los alcoholes me produce dispepsia y jaqueca. Me debe faltar esa enzima de la que también carecen los asiáticos y que hace que incluso un inocente par de copas de vino les sienten mal muchas veces.

Pero la verdad es que tampoco me importa demasiado mi intolerancia a los espiritosos. Mejor para mí. Aunque eso me convierta en un tipo raro, y despierte los recelos de quien piensa que si no bebo debe ser por algo malo. Pues no, simplemente es porque me sienta fatal al estómago.

El alcohol, como sustancia psicotrópica, ha acompañado al hombre desde hace miles de años. Un arqueólogo de la Universidad de Pennsylvania, el Profesor Patrick McGovern ha demostrado que en todas las culturas de la antigüedad se encuentran restos del consumo alcohólico. Una de las recetas más antiguas para la preparación de la cerveza se encuentra grabada en una tableta de barro Sumeria de hace casi 4.000 años. Sería una buena idea establecer una fábrica de cerveza allá por valle del Eufrates y poner en la etiqueta “cerveceros desde el 2.100 antes de Cristo”. Esto molaría mucho más que lo que dicen los de Estrella de Galicia, por ejemplo, que es el irrelevante lema de “cerveceros desde 1905” (me parece que fuí yo mismo quien le sugirió a la familia Rivera que pusiesen eso en las botellas).

Según el Doctor McGovern, una de las razones de esta ubicuidad del alcohol en todas las épocas y culturas puede tener un origen medicinal. Quizá las culturas antiguas sabían que el alcohol podría desinfectar el agua contaminada, sobre todo con microorganismos del cólera o del tifus. De hecho, McGovern sostiene que es posible que los antepasados nuestros que bebían vino o cerveza como sustitutivos del agua, tendiesen a vivir más tiempo y a reproducirse mejor que sus congéneres abstemios, lo que a la larga podría explicar por qué al hombre de hoy en día, descendiente de aquellos primitivos borrachines, le gusta tanto darle al pimple.

Lo que pasa es que hasta hace unas pocas décadas no sabíamos hasta qué punto, ese compañero secular del hombre que es el alcohol, en sus diversas presentaciones, resulta totalmente nefasto (especialmente ahora que ya no es preciso desinfectar el agua en buena parte del mundo). Se ha establecido una relación causal entre el alcohol y más de 60 tipos de enfermedades. La Organización Mundial de la Salud considera que el alcohol causa alrededor del 25% de todos los casos que se dan en el mundo de cancer de esófago, de páncreas, y de hígado. También es responsable de uno de cada cuatro homicidios y accidentes de tráfico. Sobrecogedor.
Según la OMS, el alcohol ocasiona en el mundo casi dos millones de muertes directas al año y unos 60 millones de casos de incapacidad total.
¿Qué país es el más “alcohólico” de la Tierra”? Sin lugar a dudas Uganda. Allí se consumen 9,5 litros de alcohol puro per capita (equivalentes, por ejemplo, a medio litro de cerveza por persona al año, como media).
Lo curioso, es que de los ciento y pico países que hay en el mundo, España figura sin duda en el grupo de cabeza de la triste clasificación de los borrachines. Estamos nada menos que entre los 20 primeros, por delante de países a los que la gente suele atribuir una capacidad para empinar el codo muy superior a la nuestra.
Por ejemplo, bebemos los españoles más que los rusos. Más que los finlandeses. Bastante más que los ingleses. Y muchísimo más (casi el doble) que los brasileños, pese a la abundante iconografía de la caipiriña y la piña colada.
Un ejemplo más de que la autoimagen que tienen los pueblos sobre sí mismos dista mucho de ser justa, en la mayoría de los casos. Hay que irse a las estadísticas y dejar de darle vueltas a los tópicos.

Aunque en honor a la verdad, durante los últimos 30 años, el consumo per cápita de alcohol en España ha ido descendiendo paulatinamente.

Pero quizá esto haya sido consecuencia no tanto del aumento del nivel de vida como de la introducción, ay, de otras sustancias psicotrópicas alternativas no menos perniciosas que el alcohol.