Joludi Blog

Mayo 26
La Sima de lo Inmanejable
Anoche, uno de los cien mil canales de TDT, emitió Polar Express, tal vez como contraprogamación frente a la final de la Copa. Mercedes se quedó a mi lado para ver la película, mientras yo disfrutaba en el Ipad con los...

La Sima de lo Inmanejable

Anoche, uno de los cien mil canales de TDT, emitió Polar Express, tal vez como contraprogamación frente a la final de la Copa. Mercedes se quedó a mi lado para ver la película, mientras yo disfrutaba en el Ipad con los estupendos comentarios en YouTube de Daniel King sobre el inconcebible blunder de Gelfand en la partida octava del mundial que se juega actualmente en Moscú. Un error que le costó la dama y tal vez el título. 

Al cabo de unos minutos, Mercedes cambió de canal. Me dijo que le inquietaban esas imágenes de animación (que ya habíamos visto juntos hace años en el cine, aunque ella parecía no recordarlo). Es lógico. Es lo que le ocurrió a muchos de los espectadores de esa película que fue pionera de una forma de 3D que parece reproducir con casi total exactitud (el casi es esencial) las formas y movimientos de los cuerpos y rostros humanos. Y es una de las razones por las que aquella superproducción no tuvo el éxito esperado.

¿Por qué inquietan las imágenes de Polar Express? Pues porque esos personajes son parecidos a nosotros. Pero no iguales. No nos inquieta un hurón, un perro o un mono, incluso nos gustan. Tampoco nos inquieta, claro está, un registrador de la propiedad (depende). Pero nos inquieta un interventor de un tren que no sabemos si existe en realidad o si es una pura creación de los magos del 3D. La curva de respuesta emocional positiva muestra una pendiente constante a medida que el personaje se va pareciendo más a nosotros (hurón, perro, mono…). Llega a su punto más alto cuando el personaje es como nosotros (el registrador de la propiedad). Pero un poquito antes, la curva se derrumba y muestra un valle. Por eso se habla del “uncanny valley”, el valle de lo inmanejable, de lo extraño, o en su forma original “bukimi no Tani Gensho”, tal como definió la paradoja psicológica un investigador japonés en 1970, Masahiro Mari.

Es un fenómeno psicológico, que preocupa actualmente mucho al mundo de la animación por ordenador y al de la robótica. Lo analizó en profundidad Freud, quien intentó explicar, con las herramientas del psicoanálisis, ese extraño miedo hacia aquello que nos es familiar y que no lo es al mismo tiempo. Para Freud, cómo no, el rechazo de lo “Unheimlich”, al estilo de lo que vemos en Polar Express, está en relación con nuestros miedos íntimos a ser castigados por nuestros propios delitos edípicos.

Yo en cambio me permito más bien interpretarlo en términos de psicología evolutiva. Quizá esa aversión a lo similar, pero no suficientemente idéntico, sea tan solo una barrera genética frente a la tentación de la hibridación. Tal vez tengamos algo muy profundo en nuestros genes que nos hace rechazar a los seres que se nos asemejan mucho, pero sin ser exactamente como nosotros. Y entonces ocurriría que ese escalofrío de disgusto que nos producen los personajes de Polar Express estaría también en relación con el fanatismo de la raza o de la tribu. Nos asusta el Rey del Polo Norte por la misma razón, en el fondo, por la que nos enardece el sentimiento nacional o el amor a los colores de nuestro equipo de fútbol.

O sea, en cierto modo, y salvando las distancias, estábamos ante el mismo fenómeno tanto en el Canal Paramount y sus imágenes de la película de Zemeckys, como en el otro canal que emitía la final de la Copa. Uncanny Valley. La profunda sima de lo familiarmente extraño…Si es que la televisión emite siempre lo mismo…Por eso me gusta el ajedrez.