Joludi Blog

Mar 14
¡A la porra!.
Felix es el churrero del pueblo de Navacerrada. Un verdadero profesional de la churrería. Tiene su kiosco a la entrada del pueblo, cerca del descampado donde se suele instalar un rastro los domingos. Ver antigüedades mientras se pasea...

¡A la porra!.

Felix es el churrero del pueblo de Navacerrada. Un verdadero profesional de la churrería. Tiene su kiosco a la entrada del pueblo, cerca del descampado donde se suele instalar un rastro los domingos. Ver antigüedades mientras se pasea por ese rastro a los pies del Guadarrama y se degustan los deliciosos churros de Felix, es uno de los sencillos placeres de la vida.

Felix sólo hace churros, nunca porras. Felix sostiene, con el aplomo que da el conocimiento exhaustivo de las cosas, que la porra es la bisutería del churro. Este maestro del tejeringo dice que mientras que el churro requiere para su elaboración temperaturas altísimas, la porra se “cuece” en aceite casi frío, lo que tiene como consecuencia una masa mal frita y poco digerible.

Pero, respetando al máximo la sabiduría de Felix, debo decir que sus diatribas contra la porra como concepto no se producirían de haber desayunado algún día en el café de bibarrambla, en la plaza homónima de Granada, tal como yo lo he hecho hace apenas una hora.

Las porras de este café son simplemente una obra de arte. Nada de bisutería. Son ligerísimas, etéreas, evanescentes…Crujen con la misma armonía con la que la Filarmónica de Viena emprende el primer movimiento de la 40 de Mozart. Qué inmensa delicia saborearlas calentitas, recién hechas…He estado a punto de aplaudir al primer bocado. Y no me he privado de darle mi más emocionada enhorabuena a la camarera que me las ha servido junto con un estupendo café con leche.

Para colmo, el sitio no puede ser mejor. La plaza de Bibarrambla, en Granada, es una de las más bellas plazas del mundo, sin discusión. Con sus puestos de flores y con la  colosal Torre de la Catedral al fondo.

Al dejar la plaza y echar a andar por Zacatín, con el sabor de las prodigiosas porras impreso en el alma, no puedo menos de acordarme que esta “puerta del arenal” (que eso es lo que significa bibarrambla en árabe pues rambla, ramala, es arenal o playa del río), guarda, más allá de su belleza, recuerdos de un pasado terrible. Tras la caída del Reino de Granada, aquí se produjo el gran desquite de los cristianos. Se celebraron incontables autos de fé. Se quemaron más de un millón de libros árabes. Y cuando ya no quedaron moriscos ni libros, a los cristianos les dio por organizar corridas de toros, para que la fiesta no decayese. Se cuenta que en uno de esos festejos murieron una tarde más de 36 aficionados a la capea.

Así son las cosas. La crueldad y el disparate entrelazados con el delicioso sabor de la vida, representado en esta ocasión por el incomparable sabor de las porras del café de bib-rambla.

Por esta vez, me quedo con el sabor y la textura de las porras calentitas (¡qué gran invento árabe!). Y me olvido de lo demás. Y caigo en que quizá esta actitud sea el origen de la magnífica expresión “¡a la porra!”


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