Joludi Blog

Mayo 16
¿Las chicas son guerreras?
¿Son las mujeres tan competitivas como los hombres? Mi amiga Alessandra está convencida de ello. Yo no tanto. Reconozco sin embargo que es un tema resbaladizo, y entiendo bien que depende mucho de cómo definamos la...

¿Las chicas son guerreras?

¿Son las mujeres tan competitivas como los hombres? Mi amiga Alessandra está convencida de ello. Yo no tanto. Reconozco sin embargo que es un tema resbaladizo, y entiendo bien que depende mucho de cómo definamos la competitividad y en qué ámbito pretendamos comparar el grado de competitividad por géneros: ¿el poder? ¿las relaciones sentimentales? ¿el dinero? ¿la escala social? ¿los vínculos sociales? ¿la esfera familiar?.
El estudio clásico de Gneezy, Niederle y Rustichine (2003) parece que probó que en general, las niñas son más reacias que los niños para entrar en competiciones. Pero este mismo estudio también demostró que esta menor propensión a la competitividad se da sobre todo en el contexto de grupos mixtos, mientras que cuando los grupos son estrictamente femeninos, las mujeres elevan sustancialmente su grado de competitividad.
El hecho de que el grado de competitividad en las mujeres se vea afectado por la composición de los grupos, nos pone sobre la pista respecto al carácter estrictamente social de la presunta mayor competitividad masculina. Niederle, tras un estudio realizado dos años después del mencionado más arriba, llegó a la conclusión de que las mujeres pueden tender a asumir-con razón o sin ella- la superioridad competitiva de los hombres, y eso las frena de cara a incorporarse a la competición. Temen perder, cuando se enfrentan a los hombres. Y eso debilita su impulso hacia la lucha competitiva. Es una cuestión de autoconfianza.
Recientemente, un estudio muy interesante, dirigido por Uri Gneezy, ha confirmado este enfoque sociocultural sobre las diferencias en competitividad según el género. En esta investigación se ha probado que en efecto, parece que las mujeres aman menos el riesgo que los hombres. Pero que esto se da sobre todo en las sociedades patriarcales.
Gneezy ha comparado la actitud hacia el juego competitivo y el riesgo en diferentes culturas. Ha realizado los mismos experimentos al respecto entre los Masais y entre los Khasis. Este último pueblo, que vive en una zona montañosa de Bangladesh, es el que se menciona en los libros de texto como modelo de sociedad matriarcal. Entre los Khasi, las mujeres son totalmente libres para casarse con quienes les plazca, tienen sus propios bienes y propiedades, y la descendencia se traza siempe a partir de la línea materna, siendo las herederas del patrimonio familiar las hijas, con preferencia a los hijos.
La investigación de Gneezy, publicada en Enero pasado, demuestra que entre los Masais, las mujeres son la mitad de competitivas que los hombres, como era de esperar y como dicen la mayor parte de los estudios realizados en el mundo occidental. Sin embargo, entre los Khasis, las mujeres son casi el doble de competitivas que los hombres.
Este hallazgo, unido a las investigaciones de Niederle, sugiere que en la cultura occidental, las mujeres han “aprendido”, a arriesgar menos. Y a eludir por sistema el enfrentamiento directo con los hombres.
El tema es mucho más relevante de lo que parece. Porque si esto es así, la promoción laboral y sociedad de las mujeres, no dependerá únicamente de una creciente “discriminación positiva” en lo regulatorio, sino, predominantemente, de políticas educativas y sociales de largo alcance que neutralicen de una vez por todas este ancestral complejo de inferioridad femenino.
La batalla decisiva habrá que darla en el ámbito de la mente de las mentes femeninas, no solo en el de las páginas del BOE.