Gitanos.
Los gitanos europeos componen un colorista mosaico con un tronco común. Los caldereros de Europa Oriental, los calés de la península ibérica, los romanichals ingleses, los manouches franceses…todos ellos, en total más de 10 millones de personas, provienen de un grupo de unas 200 o 300 familias que salieron de la India o de Ceilán hace unos diez siglos, según ha demostrado la genetista Luba Kalaydjieva.
Los primeros romaníes comenzaron su periplo milenario huyendo de las razzias del terrible azote de los indios Mahmud al Gazni, el sultán afgano que arrasó el Punjab.
En el siglo XIV fueron vistos ya en Constantinopla, viviendo como bailarines y músicos callejeros. Los cronistas del Imperio Bizantino les llamaron “acrobatas egiptanos”, pensando que venían de Egipto. Y así, con el nombre de “gitanos” o romaníes", se fueron extendiendo por Europa.
Comenzó entonces una interminable historia de persecución y discriminación. Pocos pueblos han generado tanto recelo.
Ahora, vuelven a estar en la picota, con estos vientos de mano dura contra la emigración que corren ahora por el continente. Tuvieron también su holocausto propio, aunque se hable muy poco de él (más de 500.000 gitanos murieron en las cámaras de gas de Hitler). Estuvieron discriminados incluso en el mismísimo infierno de Auschwitz, donde ocupaban un espacio propio y privativo, el famoso Zigeunerlager. Hasta en el corredor de la muerte se marcan diferencias.
Y uno se pregunta por qué tanta unanimidad contra los gitanos a lo largo de los siglos.
Tal vez sea porque, que yo sepa, son el único pueblo del mundo que nunca ha declarado la guerra a nadie.
