Joludi Blog

Jul 29
Ni putas, ni sumisas.
Así se llama la organización que dirige la francesa Fadela Amara. La misión de esta organización es luchar contra la presión y la opresión que padecen las mujeres inmigrantes en Francia, especialmente a manos, qué ironía, de...

Ni putas, ni sumisas.

Así se llama la organización que dirige la francesa Fadela Amara. La misión de esta organización es luchar contra la presión y la opresión que padecen las mujeres inmigrantes en Francia, especialmente a manos, qué ironía, de gentes radicales de su mismo origen étnico. “Ni putes ni soumises” nació como consecuencia de un crimen horrible que llenó las páginas de los periódicos franceses en 2002. Fue cuando Sohane, una joven de origen argelino fue quemada viva por un vecino que la consideraba “poco recatada”. Desde entonces, esta organización se ha convertido en la más dinámica de Europa en el campo de los derechos de la mujer.
Estos días, Fadela y su organización han celebrado un éxito importante para su causa (que es la nuestra) pues se ha conocido una sentencia revolucionaria de un tribunal francés que ha negado la concesión de la nacionalidad francesa a una mujer de origen marroquí. La causa ha sido, por primera vez, el concepto de “falta de asimilación cultural”. Así lo ha entendido el tribunal, a juzgar por el recalcitrante uso del burka por parte de la mujer aspirante a la nacionalidad gala.
Puede parecer a primera vista un atropello de las libertades. Pero no lo es. Entre otras cosas, porque lo que está ocurriendo en las comunidades de inmigrantes europeas es precisamente una brutal opresión sobre las mujeres por parte de los integristas de su mismo origen. Esta opresión es simplemente una medida más de activismo islámico puro y duro. Una medida especialmente artera y odiosa. ¡Esta mujer del burka no estaba obligada a usar esa cárcel portátil en Marruecos, es en París donde la han obligado a ello! Entonces me parece que el Tribunal francés ha hecho más que bien en poner obstáculos a esta locura e impedir que los radicales se salgan con la suya.
¿Pueden moderarse o modularse los derechos cívicos a fin de limitar la expansión de los liberticidas? ¿Es posible que un Estado de Derecho ponga coto a la libertad de quienes quieren usar sus derechos protegidos para acabar con esa misma libertad?
Decididamente sí a las dos preguntas. Como diría Fadela, ni putas, ni sumisas.