Se ha ido, en una coincidencia más, la final, con el llorado Hessel, otro viejo indomable, ese Zola nuestro hecho de verdades de una pieza, de compromiso hasta la última hora y de lucidez implacable. Un indignado sabio que con su indignación ayudó a que otros tomasen conciencia de su dignidad.
Una vez le oí decir que no hay nada más bello en la vida que ver a un animal o a un niño jugar en libertad. Ojalá él, ahora, allí donde esté, disfrute contemplando, quizá en otra dimensión del tiempo y el espacio, esa misma libertad y ese juego que se atrevió a soñar para todos.
Físicamente ya no está, pero sigue vivo, al menos en el corazón y el cerebro, de cada uno de los que dicen-decimos- que siempre se puede cuando se quiere.