Joludi Blog

Ago 31
A Dios le gustan las polillas.
Estoy jugando al ajedrez en Buho 21, al alba de este domingo de verano. Es mi pequeño vicio secreto y una forma de activar mis neuronas para el resto del día. Buho 21 es además una excelente web social, creada...

A Dios le gustan las polillas.

Estoy jugando al ajedrez en Buho 21, al alba de este domingo de verano. Es mi pequeño vicio secreto y una forma de activar mis neuronas para el resto del día. Buho 21 es además una excelente web social, creada brillantemente por mis amigos Ian y Anton.

Estas “partidas relámpago” en la red, que apenas duran un par de minutos cada una, son perfectas para descargar la agresividad y poner a cero el cerebro. A estas horas hay mucha animación en el club on line. Gente de Chile y Argentina, sobre todo, que están disfrutando de sus últimas partidas de lo que para ellos es el atardecer.

Una polilla se posa en la pantalla. Creo que es una soberbia falena de la familia Noctuidae, la más habitual por Madrid. En realidad hay posiblemente unas 100.000 especies distintas de Noctuidae (!). Parafraseando a Haldane, podríamos decir que es obvio que a Dios le gustan las polillas, de lo contrario, no se explica que existan cien mil especies de este tipo de criaturas… Abandono la partida que estoy jugando con alguien de Mexico que se llama OsitoBimbo. Me pongo las gafas para verla de cerca. Qué hermosa es en su suprema sencillez. Estas polillas son como las hermanas pobres de las mariposas. Echa inesperadamente a volar…
Al cabo de unos instantes vuelve de nuevo a posarse sobre mi pantalla. Me quedo inmóvil para no asustarla.
Seguramente ha llegado hasta mí perseguida por su más feroz enemigo, el murciélago. Para eludirle, esta polilla sin duda ha utilizado varias estratagemas, además del recurso de refugiarse en mi casa.
Su primer recurso defensivo es que ella, sorprendentemente, es capaz de percibir los ultrasonidos que emite el murciélago para detectar su alimento. Cuando los “escucha”, comienza a volar en zig zag, como hacía el Bismarck cuando iban tras él los sabuesos de la Royal Navy.
Su segundo recurso defensivo es aún más sutil. Ha aprendido a emitir ella misma ultrasonidos. Es un “clic, clic, clic” que los humanos no podemos oir pero sí el murciélago. Y cuando lo oye el murciélago abandona la caza.
¿Por qué? ¿Qué tiene este misterioso y ultrasónico “clic, clic, clic” de la polilla Noctuidae que ahuyenta a su depredador? La respuesta la ha dado James Fullard, de la Universidad de Toronto. Ese “clic, clic, clic” es una imitación de un sonido similar que emite otra variedad más rara de polilla, la llamada polilla tigre, cuya carne es por cierto amarga y no constituye un buen bocado para los murciélagos. ¿Y por qué la polilla tigre emite ese sonido para protegerse del murciélago? Pues porque precisamente con ese sonido, la polilla tigre hace creer a menudo al murciélago que ella es otro animal de su misma especie, y no una polilla. A la polilla tigre le funciona muy bien esta trampa, porque si el murciélago no se traga el engaño, su segunda hipótesis solo puede ser que está ante una polilla tigre (han aprendido a asociar el clic, clic, clic a esta variedad de polillas) y sabiendo entonces que el bocado es amargo, se retira de la caza.
Las noctuidae, como mi visitante, han aprendido a hacer creer con su clic, clic, clic que el murciélago está o bien ante un colega, o bien ante una polilla tigre. Y en ambos casos la jugada le sale perfecta.

Puede que las polillas de mi jardín no tengan la majestuosa elegancia de una lycaena alciphron, por ejemplo, en elegante vuelo por Sierra Nevada. Pero se diría que son listas como el hambre. Y esa listeza también es hermosa.