La inmoralidad de las máquinas.
El primer escritor que presentó su manuscrito mecanografiado fue, muy simbólicamente, Mark Twain, con “Vida en el Mississippi” (1883). A Twain le encantaban los nuevos inventos y se apresuró a comprar una de las nuevas máquinas de escribir, el primer día que aparecieron en el mercado (creo que fue una Remington). Durante un tiempo, dejó de usarla para fines particulares, porque le irritaba que cada vez que escribía una carta, la gente le abrumase con incontables preguntas sobre la nueva tecnología. Twain al final volvió a escribir con el cacharro, pero con actitudes contradictorias. Decía que el ingenio, al igual que todas las máquinas de “hoy en día” tenía “tantas inmoralidades como virtudes”, y que en cierto modo “degradaba su carácter”. Finalmente se la llevó a Boston y se acabó adaptando a ella, aunque reconocía que su carácter “nunca se había recuperado del todo…”
