Joludi Blog

Ago 16
Suave mari magno.
Antes de salir de viaje, la semana pasada, fuimos al cine, y nos dio por ver una de terror, el Expediente Warren, creo que se llamaba. Las alternativas eran todas aún peores. Yo no me divertí mucho, pero creo que fui la excepción....

Suave mari magno.

Antes de salir de viaje, la semana pasada, fuimos al cine, y nos dio por ver una de terror, el Expediente Warren, creo que se llamaba. Las alternativas eran todas aún peores. Yo no me divertí mucho, pero creo que fui la excepción. La gente salía de la sala con aire de mucho regocijo, de haberlo pasado muy bien. Rara avis debo ser para no disfrutar con toda esta marea de películas de terror, desastres, cataclismos, guerras mundiales y sufrimientos varios. Todo el mundo lo hace. O eso parece. Y no ahora, sino desde siempre. Basta recordar los versos de Lucrecio, que mi profesor de latín me animaba memorizar y que casi ya he olvidado.

Son versos que nos hablan del placer de mirar cómo tiene lugar el sufrimiento ajeno desde nuestra confortable seguridad. Pero, nos aclara Lucrecio, no por pura maldad o morbosa alegría ante el mal del prójimo (lo que ahora llamaríamos schadenfreude) sino simplemente por constatar aquello de lo que nos estamos librando. Hay muchos comportamientos sociales (incluidos los viajes turísticos a remotos países) que se entienden a la luz de los versos de Lucrecio:

“Suave, mari magno turbantibus aequora ventis,

e terra magnum alterius spectare laborem;

non quia vexari quemquamst jocunda voluptas,

sed quibus ipse malis careas quia cernere suave est”

“Es dulce, cuando los vientos agitan el turbulento mar,

contemplar desde tierra los esfuerzos ajenos,

no tanto por el placer de ver sufrir a alguno,

sino por el deleite de ver el mal del que nos estamos librando”


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