Joludi Blog

Ene 25
Los Pletismógrafos de la Profesora Chivers.
Hace un siglo, Sigmund Freud le dijo a una de sus discípulas algo muy significativo: “La gran cuestión que nunca ha sido resuelta y que aún no he sido capaz de resolver, a pesar de mis 30 años de...

Los Pletismógrafos de la Profesora Chivers.

Hace un siglo, Sigmund Freud le dijo a una de sus discípulas algo muy significativo: “La gran cuestión que nunca ha sido resuelta y que aún no he sido capaz de resolver, a pesar de mis 30 años de investigación sobre el alma femenina es …¿qué quiere una mujer?.

Obviamente, Freud se estaba refiriendo a los misterios de la sexualidad y el deseo en la mujer, que se le antojaban muy lejos todavía de una verdadera comprensión.

Ahora, casi un siglo después, quizá la respuesta a la gran pregunta de Freud la tenga Meredith Chivers, una prestigiosa profesora de psicología de la universidad Queen’s, en Ontario.

La profesora Chivers ha realizado una curiosa investigación de la que sin duda se hablará mucho. Para descubrir las verdaderas claves del deseo femenino, ha intentado atisbar en lo más profundo del cerebro de la mujer, llegando a estratos a los que quizá ni el mismísimo Freud aspiró a llegar.

Para ello, ha sometido a un grupo de voluntarias al visionado de imágenes “pornográficas” protagonizadas por…bonobos. Se trata de escenas grabadas en Africa en las que los bonobos y las bonobas realizan toda una variedad de encuentros sexuales.

Son encuentros y juegos de todo tipo, sin que desmerezcan en absoluto la más imaginativa película pornográfica "humana”.  Lógicamente, la ventaja de los bonobos frente a la pornografía del homo sapiens, a efectos del estudio, es que permite a la investigadora descartar aspectos netamente “culturales” o personales del deseo y sus mecanismos de desencadenamiento. De algún modo, segun Chivers, operar con imágenes de bonobos permite abstraer los elementos últimos que se aspira a testar, abrir las puertas a lo más primitivo, a las claves más atávicas del deseo sexual…

Durante el visionado de las escenas, cada voluntaria estaba controlada por un sofisticado sistema de sensores (pletismógrafos) capaces de detectar los diferentes grados de excitación sexual. Al mismo tiempo, también se planteaban preguntas directas al respecto. De este modo, la medida era tanto objetiva como subjetiva.

Chivers luego repitió el test con hombres, en lugar de con mujeres.

Los resultados han resultado ser sumamente interesantes. Se hablará mucho de ellos en los próximos días. 

Para empezar, la investigadora ha constatado que los desencadenantes de excitación de las mujeres forman un espectro mucho más amplio que en el caso de los hombres. Por ejemplo, para las mujeres heterosexuales, el visionado de los encuentros homosexuales entre bonobas resulta ser casi tan excitante como los encuentros heterosexuales. Y lo mismo se puede decir de las diferentes variedades y formas de los juegos que aparecían en la pantalla. El rango de imágenes susceptibles de excitar a las mujeres heterosexuales era, mucho mayor que el de los hombres.

Por decirlo así, la sexualidad femenina parece vibrar en frecuencias mucho más ricas y complejas que la masculina. (Y esto es algo, por cierto, con implicaciones enormes para todos, desde el hombre de la calle y sus relaciones de pareja hasta la actividad creadora los artistas, literatos o los productores de cine erótico…)

Pero el hallazgo principal de la investigación de Chivers es constatar una profunda disonancia entre lo que, sinceramente, la mujer cree que la excita y lo que de hecho consigue excitarla.

Durante el visionado de las escenas de bonobos, en muchos casos, las voluntarias afirmaban no estar excitadas en absoluto. Pero el pletismógrafo decía algo totalmente diferente. Chivers tuvo que chequear en varias ocasiones sus sensores para asegurarse de que no se estaba produciendo algún fallo.

Aún falta mucho para interpretar seriamente todos los hallazgos de la profesora Chivers. Pero el paso decisivo ya se ha dado. Su investigación demuestra que Freud tenía razones para plantear la sexualidad y el deseo femenino como el gran enigma. El visionado de imágenes de bonobos da las claves sobre la abismal complejidad de la sexualidad en la mujer (por comparación a la del hombre) y sobre el hecho misterioso de que en cierto modo, ni siquiera las mujeres parecen ser plenamente conscientes de su propios y verdaderos factores de excitación.

Con razón todo esto era para Freud un puzzle irresoluble.

Tal vez lo que le faltó a Freud era sustituir, al menos durante algunos días, su legendario diván por esos sensores de la Profesora Chivers, a los que se les llama “pletismógrafos”,

Pletismógrafo, sí, de una raíz griega “pletismos” que significa, “agrandar”, “aumentar”, completar…

Porque primeramente se usaron con hombres.


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