Joludi Blog

Sep 24
Pensar.
Mediante un ingenioso experimento mental, Galileo nos explicó que los cuerpos caen al suelo de igual modo y en el mismo tiempo, independientemente de cuál sea su masa (descontando el efecto del rozamiento). Esto es así pese a nuestra fuerte...

Pensar.

Mediante un ingenioso experimento mental, Galileo nos explicó que los cuerpos caen al suelo de igual modo y en el mismo tiempo, independientemente de cuál sea su masa (descontando el efecto del rozamiento). Esto es así pese a nuestra fuerte intuición en el sentido contrario: ¿cómo ha de caer a igual velocidad un elefante que una pluma?. Pero es así.

A partir de ese experimento mental de Galileo, Einstein meditó. 

Si Galileo tenía razón pensó Einstein, un grupo de astronautas flotando en una nave, seguiría haciéndolo de igual modo en presencia de una gran fuerza gravitatoria, pues la gravedad atrae a los cuerpos de idéntica manera, sea cual sea su masa. Increíblemente, esos astronautas no tendrían ninguna forma en absoluto de saber ni detectar que están siendo atraidos por una nueva y poderosa fuerza graviratoria. Y ya se sabe que en ciencia, aquello que no es detectable, en principio no existe.

Esta reflexión, este segundo experimento mental, fue iluminador para Einstein. Le hizo comprender que la gravedad no puede ser equiparable a cualquier otra fuerza del mundo físico. Pues si fuese así, esos astronautas de su nave imaginaria la podrían detectar y no mantendrían sus posiciones relativas, sino que estas se modificarían en función de sus diferentes pesos, en presencia de la nueva fuente de atracción gravitatoria.

Einstein llegó entonces a una esclarecedera conclusión, pensando en ese enigma de esos astronautas inalterados (o en los pasajeros de un ascensor en caída libre hacia un imaginario y masivo planeta, que tanto da). Pensó Einstein que la gravedad debería ser entendida entonces no como una fuerza sino como una característica peculiar del espacio. Esos astronautas se ven afectados por la gravedad tan sólo en términos espaciales; únicamente en el contexto de la situación espacial en la que se encuentran con respecto a la masa que les atrae. Nada más. 

Y es así como nace el concepto de espacio einsteniano. Un espacio que, pese a su aparente homogeneidad ante nuestra mirada, resulta ser realmente una delicada entidad que se deforma brutalmente (y geométricamente) por las diferentes masas que lo ocupan. Y esas deformidades espaciales resultarían ser justamente las causantes de que unos cuerpos se sientan atraídos hacia otros, es decir, la culpable de que los cuerpos modifiquen su trayectoria rectilínea en presencia de otras masas.

Marta me pidió ayer que le explicase por qué se dice que el espacio es curvo, cosa que le parece inconcebible. Ella piensa que yo puedo explicarlo todo. Obviamente no es así. Pero le conté estos dos fascinantes e iluminadores experimentos mentales, el de Galileo en torno a la Torre de Pisa y el de Einstein con sus personajes en caída libre. Y las conclusiones o intuiciones iniciales de Einstein en el sentido de que la gravedad no puede ser una fuerza más, sino más bien una característica del espacio.

Tal vez no lo haya entendido del todo bien. Pero se habrá quedado pensando. 

Por lo menos, pensando en lo mucho que se puede conseguir pensando. Con eso basta.


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